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BLOG PEDAGOGÍA COTIDIANA: «TENER UN MOTIVO.»

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27 Febrero 2020

Muchos padres están desesperados. Ya no saben qué regalarle o con qué castigarle. El niño no reacciona. Le da igual. No conseguimos que trabaje, que sea responsable, que funcione por sí mismo sin que tengamos que estar encima permanentemente. No sabemos qué hacer y preguntamos frecuentemente qué le falta a nuestro hijo. Mi humilde respuesta a esta interrogante es: Un motivo. Nadie, ni siquiera los adultos, hacemos nada sin motivo. Necesitamos un para qué. ¿Nos hemos parado a preguntar si nuestro hijo/a tiene un motivo para estudiar, para ser responsable, para hacer las cosas bien? No nos engañemos a nosotros mismos. No nos lo hemos planteado. Por ello, queridos padres os invito a reflexionar sobre la motivación de nuestro hijo/a. Alentar a un niño, infundirle ánimo, es uno de los grandes instrumentos que tenemos los padres a nuestra disposición para ayudar a los hijos en su crecimiento, para estimularlos en el aprendizaje y la aceptación de nuevas actividades y responsabilidades. Lo más importante es que creamos y confiemos en nuestro hijo/a. Si no existe esta confianza, cualquier intento para alentarlo o darle ánimo va a sonar a falso. Busquemos la “mejora” y no la “perfección”. Éste es un punto fundamental: recordemos que nuestros hijos están en un proceso de crecimiento y aprendizaje, y que deseamos animarlo a querer hacer la tarea o a querer aceptar la responsabilidad e intentar hacerla cada vez mejor. No pretendamos que lo haga perfectamente. Centrémonos en el esfuerzo más que en el resultado. Puesto que no estamos buscando “la perfección”, vamos a alentar al niño en “su esfuerzo”. Lo que cuenta es que el niño se está esforzando por hacerlo mejor. Las equivocaciones no significan fracasos. Es importante que examinemos lo que esperamos de los hijos, puesto que si esperamos “la perfección” no le vamos a permitir equivocarse. Si lo que esperamos del niño es que se interese en querer aceptar una tarea o una responsabilidad y cumplirla, comprenderemos que las equivocaciones son parte del proceso y que hay que seguir animándole para que siga adelante. En resumen, a través de un gesto, un abrazo, una mirada o unas palabras, le transmitimos lo que queremos y que creemos en él. De este modo, nos estamos dirigiendo a lo que él está haciendo y lo animamos en sus esfuerzos. Aunque el niño no esté progresando como quisiéramos, sin duda, algo habrá progresado. Hay que decirle cómo está mejorando. Démosle información específica. Esta información va a ser muy útil para el niño y, asimismo, para nosotros. Fortalezcamos su vida interior. Hagamos que tengan deseo de aprender y superarse. Motivémosles en lo más interior de su alma. Ellos son capaces de avanzar en todo lo que se propongan. Sólo falta que los padres estemos ahí. Corrigiéndoles y animándoles. Guiándoles en esta difícil tarea de hacerse personas con fuerza de voluntad, honestas y trabajadoras en medio de una sociedad inundada de relativismo, publicidad y propaganda. Merece la pena ¡Ánimo!

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Un comentario en «BLOG PEDAGOGÍA COTIDIANA: «TENER UN MOTIVO.»»

  1. Recuerdo, hace como veinte años, que salía en la prensa un chiste de Forges en el que un sesudo filósofo intentaba encontrar argumentos con los que convencer a su hijo de que estudiar servía para algo. Era una época en la que estaba de moda pensar que el colegio realmente no servía para nada. Ese tipo de pensamiento puede que esté instalado en muchas cabezas hoy día. Gente que, de algún modo, quiere que su hijo se tome el colegio en serio, pero no acaban de encontrar los motivos, porque viven en un ambiente social en el que la escuela, realmente, no cuenta para nada, y ellos tienen interiorizada esa visión del mundo. Ahora no me voy a extender en los motivos para estudiar, ni en hasta qué punto la escuela es o no es relativamente válida… Pero está en la cultura de este país el pensar que, si uno estudia, es para uno mismo, para encontrar un trabajo y tal; y en otros países no es tan así, se tiene la escuela como un medio para hacer país, para hacer civismo, para hacer un mundo mejor, no sólo como un medio para que «yo» pueda hacer mi vida. Si hubiera más de eso, en España, costaría menos trabajo convencer a los hijos de que se tomen en serio la escuela. Pero es que, me temo, ese sentido cívico, global, ni siquiera lo suele haber en los profesores…

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