14 Febrero, 2020
A veces, los hijos perciben que sus padres mienten a otros adultos e, incluso, a sus propios hijos. Por muy justificadas que crean estas faltas a la verdad, lo único que están consiguiendo es mostrarles a sus hijos el camino de la mentira. Luego no podrán lamentarse de que sus hijos no les crean y habrán perdido la fuerza moral para exigir a sus hijos que no les mientan. La sinceridad es decir y actuar siempre con la verdad. Decir las cosas como son, sin inventar, agrandar o quitar. La sinceridad siempre trae paz y libertad. Es fundamental comprender el valor de la integridad, es decir, de la transparencia y de la sinceridad; comprender lo triste que es vivir con máscaras, con divisiones, con dobleces o hipocresías. Si hay unión entre lo que piensas y lo que crees, entre lo que dices y lo que haces, estás siendo una persona auténtica. Se trata de mantener la fidelidad a la palabra dada y la vivencia de los principios éticos. Si notas que hay congruencia entre lo que tu hijo piensa y lo que cree, lo que dice y lo que hace, puedes estar seguro de que va adquiriendo esta virtud. No hay mejor tesoro que puedas dejar a tus hijos por herencia, que una conciencia rectamente formada y una sinceridad inquebrantable. Con estas dos armas, puedes estar seguro de que llegarán a su meta, a cumplir su ideal y a realizarse plenamente como personas. Debemos enseñar a nuestros hijos a asumir las consecuencias de sus actos. Todo acto bueno conlleva una consecuencia positiva, todo acto malo un resultado negativo. Debemos tener mucho cuidado con las mentiras. Tenemos que motivar a que siempre digan la verdad, aunque ello les cueste trabajo. Démonos tiempo para preguntar y saber escuchar, así iremos afinando su conciencia. Confiemos mucho en ellos, pero seamos también su “ángel de la guarda”: vigilemos sus reuniones, amistades, salidas, los programas que ven, los chateos que tienen… pero sin que se sientan perseguidos y agobiados. Es nuestra responsabilidad como padres el velar por ellos. Mostrémonos dispuestos al diálogo para que no teman decirnos las cosas. Mostrémonos comprensivos y bondadosos pero sin dejar de exigir. Seamos suaves en la forma, pero firmes en el fondo. Ayudémosles a que escojan sus influencias para que sean libres pero no manipulados culturalmente. Escojamos una seria formación para que sus valores sean orientados hacia la construcción de un mundo más justo, solidario y fraterno. Tenemos que animar a nuestros hijos para que sean activos constructores de la sociedad del amor. Esforcémonos para que nuestros hijos busquen siempre la verdad. Merece la pena.
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