Cuando nos nace un hijo, nacemos como madre o como padre. Desde su nacimiento, el niño lo tiene todo por aprender. Tampoco sus padres hemos nacido sabiendo. Sólo tenemos nuestra experiencia como hijos (que sólo nos sirve en parte) y la experiencia progenitora de nuestros padres (que también sólo nos sirve en parte). Y es que la sociedad de nuestros padres no es igual que nuestra sociedad. Y mucho menos igual que la de nuestros hijos.

Antiguamente, cuando no había tanta tecnología, los hijos imitaban a sus padres y hacían casi lo mismo porque la sociedad no cambiaba casi nada. La velocidad de la sociedad de hoy es vertiginosa y todo cambia de una manera acelerada. Surgen nuevas situaciones que no hemos vivido antes y que nos provocan interrogantes que tenemos que responder bien si queremos una buena educación para nuestros hijos. Estos interrogantes o retos nos coloca a los padres cara a cara con la primera de nuestras responsabilidades: la educación integral de nuestros hijos. Por poner un ejemplo, mis padres no tuvieron nunca la dificultad de controlarme el uso del móvil porque yo no tenía móvil. No se había inventado. La sociedad de antes era muy diferente pero hay cosas que debemos mantener como por ejemplo la dieta mediterránea o el respeto a nuestros mayores y otras que no nos sirven porque la sociedad ha cambiado mucho y esto nos obliga a plantearnos cómo educar bien a nuestros hijos según la sociedad de hoy. 

Para educar integralmente a nuestros hijos, hemos de hacerlo en sus cuatro dimensiones: la intelectual, la emocional, la física y la espiritual. Y para ello, tenemos que hacerlo aplicando los adecuados criterios, límites y valores. Estos tres propósitos, aplicados a las cuatro dimensiones de la persona, hacen posible la educación integral que todos los padres queremos para nuestros hijos. Pero cuidado con los despropósitos que también nos puede pasar. Como padres, tenemos un gran reto. 

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